La escritora peruana
Katya Adaui (Lima, 1977)
ha construido una obra que dialoga con la memoria, el cuerpo y los v??nculos familiares desde una escritura fragmentaria, ??ntima y luminosa.
Autora de libros como Geograf??a de la oscuridad, Aqu?? hay icebergs y Un nombre para tu isla,
explora en ellos la fragilidad y la resistencia, los secretos que laten en lo familiar y la forma en que las palabras se convierten en refugio. Tuve la oportunidad de compartir con ella en una mesa en la Feria del Libro de Quito, donde me conmovi?? su manera de hablar de la infancia. Desde ah?? tuve la certeza que hab??a una cercan??a de sensibilidad, un territorio compartido en torno a la memoria, las p??rdidas y el lenguaje como casa. Volver a conversar ahora, con motivo de su visita a Colombia para el Festival Oiga, Mire, Lea, es tambi??n un reencuentro con esa afinidad y la confirmaci??n de que es una de las voces m??s singulares y entra??ables de la narrativa latinoamericana contempor??nea.
??Qu?? significa para usted llegar por primera vez a Cali?
Cali siempre estuvo en mi imaginario por la salsa, primero como sonido festivo. Me emociona recorrerla, bailarla, comerla. Quiero probar sus sabores, acercarme a su literatura. Le?? a Andr??s Caicedo en mi adolescencia, as?? que siento una gran ilusi??n de estar en su ciudad.
Sus cuentos Lagartijas y En lugar seguro parecen situarse en orillas diferentes: uno entra??able, tierno, el otro atravesado por la dureza de los v??nculos familiares. Sin embargo, ambos comparten la presencia del cuerpo como lugar de dolor y esplendor. ??Qu?? une esas atm??sferas en su narrativa?
Desde ni??a me impresion?? la lagartija, su anatom??a raudal, esa capacidad de perder una parte de su cuerpo y regenerarla. Querr??a lo mismo para las infancias: que pudi??ramos sacarnos el coraz??n cuando nos duele, el est??mago cuando nos duele; desprendernos del da??o y recuperar esa parte perdida. As?? como el cuerpo cicatriza r??pido, ojal?? lo hiciera tambi??n el alma. Pero al cuerpo le quedan las cicatrices de ese dolor. En mis cuentos siempre aparece lo f??sico: se narra el cuerpo no solo desde la enfermedad, sino tambi??n desde su esplendor. Creo que cada cosa que escribo, le??da con detenimiento, est?? enlazada con lo anterior y con lo que a??n no he escrito. Hay algo de puquio ???como decimos en quechua, el r??o secreto??? que va enhebrando todos esos textos. Por eso no me sorprende que algunas obsesiones resurjan escritas de otra manera: aunque cambien los personajes, siempre queda un polvo que resuena en el texto nuevo.
En una reciente charla que compartimos en Quito me conmovi?? lo que cont?? sobre su relaci??n temprana con la lectura y la an??cdota en torno a Coraz??n, de Edmundo de Amicis. ??C??mo dialoga hoy con esa ni??a lectora que descubri?? aquel libro?
Cuando era chica, mis padres ten??an una biblioteca grande, con libros a ras del suelo. Hasta hoy los conservo as??: muy abajo, porque quiero sentir que siempre puedo alcanzarlos; lo que est?? demasiado alto me resulta inaccesible. Cuando le?? Coraz??n recuerdo haber sentido un temblor de alma. Corr?? hacia mi pap??, que me pregunt?? qu?? me pasaba al verme esa cara. Comprend?? que ??l no sab??a lo que yo hab??a experimentado tras leer un libro: la conmoci??n. Toda b??squeda respecto a la memoria es para recrear ese instante de felicidad tan pleno, que sabemos irrepetible. Sin embargo, cada buen libro me genera la misma conmoci??n; me emociono de una manera inaudita.
Tambi??n ha mencionado la influencia de su casa: su padre, maestro; su madre, secretaria. De alg??n modo, todo eso hizo que la casa se llenara de palabras y lenguaje. ??C??mo era esa casa de palabras, ese universo en el que incluso ayudaba a su mam?? con transcripciones y lecturas en voz alta?
Era raro para m?? porque mi padre era profesor de ingl??s y yo no lo sab??a. Adem??s, ??l era palestino-peruano y mi madre, peruana-italiana, hablaba italiano con sus hermanas y dominaba la taquigraf??a en el Banco Minero. Cuando hablaba por tel??fono o se aburr??a, jugaba con el papel y creaba jerogl??ficos de taquigraf??a. Los idiomas de mis padres me resultaban inaccesibles, y yo a??n no sab??a leer. Sent??a que el mundo de ellos se me escapaba, que era ajeno. Ve??a a cada uno en su universo: mi padre corrigiendo ex??menes de ingl??s en la Escuela Naval y en el Icna, mi madre con unos signos que yo cre??a garabatos parecidos a los m??os. Entend?? que cada uno va por la vida con su propio lenguaje. Y me preguntaba ??cu??l ser??a el m??o? Recuerdo que, a los nueve a??os, despu??s de leer Coraz??n, le dije a mi madre: ???Quiero ser escritora???. Lo entend?? clar??simo: si t?? ten??as tu mundo propio de palabras, era algo personal que los dem??s no pod??an descerrajar. Ese ser??a mi cuarto propio. No ten??a un cuarto real, pero s?? un cuarto propio: ???mi propio lenguaje???.
??El lenguaje era su cuarto, su lugar seguro?
Exacto. Mi lugar seguro, y lo sigue siendo hasta hoy.
A los nueve a??os ya quer??a escribir. ??C??mo empez?? a materializar ese deseo? ??C??mo fueron esos primeros textos?
Ten??a un diario en el que contaba lo cotidiano: fui al cine, fui a nadar, me pusieron mala nota en matem??ticas. Tambi??n escrib??a intimidades que quer??a esconder, como los dolores de la infancia: ???mis padres se pelean, mis padres se pelean???. Y mi deseo de ser grande: ???quiero ser grande para irme de esta casa???. De ni??a entiendes que no puedes cambiar tus circunstancias, pero sue??as con cambiarlas de mayor, quiz?? con ayuda de otros. Ese deseo de fuga lo escrib??a all??. A los 16 a??os escrib?? un cuento en el colegio y me mandaron a la psic??loga: mis profesores no eran capaces de entender la ficci??n, lo tomaron literalmente. Sin embargo, el colegio ten??a una biblioteca maravillosa; all?? le??a mucho. Esa biblioteca me cambi?? la vida: era un refugio, un espacio de contemplaci??n y calma. Cuando mi mundo se ven??a abajo, la lectura me quitaba la ansiedad.
Despu??s viene la vocaci??n literaria. Encontrar la propia voz siempre es lo m??s dif??cil, pero usted la hall?? en textos breves, en esa mezcla de estallido y silencio. ??C??mo se sinti?? c??moda en ese registro?
Distingo dos etapas. Una primera, muy experimental, entre los 27 y los treinta y tantos a??os. Luego, otra al llegar a Buenos Aires a estudiar una maestr??a de escritura. Yo ven??a del periodismo, y la maestr??a me dio un sistema de lectura y una conversaci??n m??s latinoamericana, lo que cambi?? mi escritura. M??s tarde, cerca de los 47 o 48 a??os, hubo otra transformaci??n. Pas?? de una escritura m??s el??ptica a otra menos el??ptica; los temas tambi??n cambiaron. Ahora me interesa mucho hablar de parejas, relaciones, v??nculos extendidos m??s que de la familia nuclear. Mi escritura ha tenido etapas de oscuridad y ahora, con el humor que ha entrado, voy hacia la luz.
En una ocasi??n dijo: ???La escritura nunca es inocente, pero no causamos da??o???. ??C??mo construye la psicolog??a de sus personajes desde esa mirada?
Escribir es pensar al otro, insuflarle alma. Para crear un personaje acepto mi propia inteligencia y sensibilidad, porque quiero personajes inteligentes y sensibles, pero tambi??n capaces de la mayor oscuridad. Me interesan los personajes ambiguos y contradictorios: serenos y ansiosos, amorosos y rabiosos. Digo muy poco sobre ellos; prefiero mostrar a trav??s de gestos, palabras, di??logos cargados de malentendidos. All?? se juega su profundidad.
??La familia es uno de los ejes transversales de su obra?
En la vida real necesitamos a la familia: es nuestra casa. Pero en la escritura pienso qu?? pasa si hay intemperie, aunque sin perder la dignidad. En mi ??ltimo libro ya no aparece tanto la familia nuclear, sino la extendida: amigos, parejas, barrios, ciudades. Lo familiar me interesa porque es pol??tico. All?? aprendemos jerarqu??as, ternura, poder, y todo eso puede perderse en un instante.
??Qu?? aprendizajes le dej?? escribir Geograf??a de la oscuridad sobre los v??nculos familiares?
Que si tu propia familia te hace da??o, hay que irse de all??. No debemos permanecer en la c??rcel, aunque salir requiere pedir ayuda. He aprendido que el acto de mayor valent??a es saber cu??ndo abandonar una relaci??n da??ina y romper el ciclo de complicidad. El dolor puede volverse costumbre, y justamente por eso es tan dif??cil dejarlo.
Sus libros conversan con el mar, la infancia, la memoria, el olvido. ??Son puertos de retorno inagotables?
Vivo en Buenos Aires, rodeada de agua dulce, pero provengo de Lima, ciudad de mar salado. Siento que mis paisajes se unen en un ???paso de nivel??? entre ambas aguas. Esa confluencia me permite descubrir nuevas met??foras y modos de narrar.
Tambi??n transita entre g??neros: cuento, novela, literatura infantil. ??Su escritura es anfibia?
S??. Mi m??todo es la apnea: me sumerjo hasta donde duele y emerjo con lo escrito. No hago microrrelatos, sino novelas, cuentos, literatura infantil, pero mi escritura se fragmenta y se reconstruye como el nadador de Cheever, que avanza de piscina en piscina hasta llegar a casa. Mi casa es la escritura, aunque a??n no s?? qu?? habr?? en la ??ltima habitaci??n.
En Un nombre para tu isla se percibe la estructura de un viaje, como un vuelo: despegue, turbulencia, aterrizaje. ??C??mo lleg?? a esa met??fora y qu?? signific?? en su proceso como escritora?
Lo que aparece es la necesidad de ceder el control. Como personas ansiosas, escribir es un gran ejercicio de soltar. Yo pensaba c??mo poner a prueba los v??nculos cuando est??n bajo la tensi??n del tr??nsito, de un peque??o viaje hacia las vacaciones. Y me surg??a la gran pregunta filos??fica: ??qu?? hacemos con el tiempo libre?, ??por qu?? en esta era de hiperproductividad no sabemos disfrutarlo? Terminamos dedicando el tiempo libre a resolver pendientes: ???hoy que tengo libre voy al doctor, pago esto, hago aquello???. Como si el ocio no fuera un derecho por el simple hecho de haber nacido. Tambi??n pensaba en la situaci??n de las clases medias en Lima y Buenos Aires, pero en general en Per?? y Argentina trabajamos much??simo para tener apenas una o dos semanas de vacaciones al a??o, y ese tiempo nos cuesta car??simo, tanto en lo econ??mico como en lo ps??quico. M??s a??n si hay hijos, si la pareja tiene un trabajo precarizado. Todo eso carga de tensi??n el tiempo de descanso. Adem??s, muchas veces las parejas terminan hablando solo de pendientes, se vuelven conversaciones funcionales, y nada me parece m??s antiescritura que hablar ??nicamente de lo funcional. Por eso quise buscar personajes que conversaran de lo que realmente importa: cosas ligeras y profundas a la vez, calibrando la ligereza con la hondura, y con risas. Quer??a que mis personajes rieran mucho. L
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Jos?? Lu??s Peixoto.
Foto:
Patri??cia Santos Pinto V